8.2.15

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Imagen: Créditos al autor.

"Pero el hombre no solamente mantiene su máquina; él llega a servirse de ella según su deseo. Lo debe sin duda a la superioridad de su cerebro, que le permite construir un número ilimitado de mecanismos motores, oponer constantemente nuevos hábitos a los antiguos, y dominar el automatismo, al volverlo contra sí mismo, lo debe a su lenguaje, que proporciona a la conciencia un cuerpo inmaterial en el que encarnarse y la dispensa así de colocarse exclusivamente sobre los cuerpos materiales cuyo flujo primero la arrastraría, pronto la engulliría. Lo debe a la vida social, que almacena y conserva los esfuerzos como el lenguaje almacena el pensamiento, fijando así un nivel medio al que los individuos deberán elevarse sin dificultad y, a través de esta excitación inicial, impide a los mediocres dormirse y lleva a los mejores a ascender más alto. Pero nuestro cerebro, nuestra sociedad y nuestro lenguaje, no son más que los signos exteriores y diversos de una única y misma superioridad interna. Expresan, cada cual a su manera, el éxito único, excepcional, que la vida ha conseguido en un momento dado de su evolución. Traducen la diferencia de naturaleza, y no solamente de grado, que separa al hombre del resto de la animalidad. Nos permite adivinar, que mientras todo los demás han descendido al final del ancho trampolín sobre el que la vida había tomado impulso, por hallar la cuerda tendida demasiado alta, sólo el hombre ha saltado el obstáculo."

"La evolución creadora." - Henri Bergson.

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