18.2.09

"Todo bien."

Imagen: Eclipse de Sol. Créditos al autor.

"Goldmundo:
-Tú siempre estás hablando de diferencias, en tal manera que, poco a poco, he llegado a la conclusión de que esa es tu más peculiar característica. Cuando hablas de la gran diferencia que, por ejemplo, hay entre tú y yo, tengo la impresión de que la diferencia existe únicamente en tu extraña manía de buscar diferencias.

Narciso:
-Acabas de dar en el clavo. La verdad es que para ti las diferencias no tienen mayor importancia, en tanto que a mí me parecen lo único importante. Soy, por mi misma esencia, un erudito, mi vocación es la ciencia. Y la ciencia, para citar tus propias palabras, no es otra cosa sino la manía de buscar diferencias. No pudiera definirse mejor su esencia. Para nosotros, los hombres de ciencia, nada hay más importante que establecer distinciones; la ciencia es el arte de la diferenciación. Así, por ejemplo, conocer a un individuo es descubrir en él aquellas notas que lo distinguen de los demás.

Goldmundo:
-Perfectamente. El uno calza zuecos y es labriego, y el otro lleva en la cabeza una corona y es rey. Esas son, evidentemente, diferencias. Pero hasta los niños las advierten sin necesidad de ciencia.

Narciso:
-Mas si el labriego y el rey llevan iguales vestidos, el niño ya no acierta a distinguirlos.

Goldmundo:
-Y la ciencia tampoco.

Narciso:
-Quizá sí. No es más sagaz que el niño, conforme, pero tiene más paciencia; no se atiene exclusivamente a las señales más externas y groseras.

Goldmundo:
-Eso lo hace también todo niño inteligente. Descubrirá al rey por la mirada o el porte. En fin, para decirlo con pocas palabras: Vosotros los eruditos sois unos orgullosos y siempre nos tenéis por tontos a los demás. Se puede ser muy inteligente sin necesidad de ciencia alguna.

Narciso:
-Me alegra que empieces a verlo. Y pronto verás también que no me refiero a la inteligencia cuando hablo de la diferencia que existe entre tú y yo. Yo no digo: tú eres más inteligente o más tonto, mejor o peor. Digo tan sólo que eres distinto.

Goldmundo:
-Eso es fácil de entender. Pero tú no hablas solamente de diferencias de los rasgos externos sino a menudo también de diferencias del destino, de la vocación. ¿Por qué, por ejemplo, habría de ser tu vocación distinta de la mía? Como yo, eres cristiano, estás decidido a seguir la vida del claustro y eres hijo del buen Padre que está en los cielos. Tenemos el mismo fin: la dicha eterna. Nuestra vocación es la misma: retornar a Dios.

Narciso:
-Muy bien. En el tratado de dogmática un hombre es, evidentemente, igual a otro, pero en la vida no. Pienso en el discípulo amado del Salvador, en cuyo pecho reclinaba la cabeza, y en aquel otro discípulo que lo traicionó. ¿No tenían ambos la misma vocación?

Goldmundo:
-¡Eres un sofista, Narciso! Por ese camino no podremos acercarnos.

Narciso:
-No podremos acercarnos por ningún camino.

Goldmundo:
-¡No digas eso!

Narciso:
-Te lo digo absolutamente en serio. Nuestra tarea no consiste en aproximarnos, como no se juntan el sol y la luna, ni el mar y la tierra. Nosotros, caro amigo, somos el sol y la luna, el mar y la tierra. Nuestro objetivo no es el cambiarnos uno en otro sino el conocernos mutuamente y acostumbrarnos a ver y venerar cada cual en el otro lo que él es, la pareja y el complemento."

"Narciso y Goldmundo." - Hermann Hesse.

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