15.3.10

"Te lo deletreo."

Imagen: Sin título. - Longo.

"-Sólo los humanos no estaban conectados a la tierra. No había lianas que los unieran, sino una tela de luz tejida por ningún dios que los conectaba hacia arriba, hacia el sol. Por eso todos los otros animales se inclinaban ante los humanos, pues las lianas los retenían, mientras que la tela de luz alzaba los ojos y corazones humanos.

  Alzaba los ojos humanos pero sin embargo veían poco más lejos que las bestias de mirada gacha; alzaba el corazón humano y sin embargo el corazón sólo podía tener esperanza, pues sólo veía el cielo a la luz del día y, de noche, cuando era capaz de ver las estrellas, se quedaba ciego a las cosas cercanas, pues un hombre apenas ve a su propia esposa a la sombra de su casa, aunque pueda ver estrellas tan distantes que su luz viaja durante un centenar de vidas antes de besar sus ojos.

  Durante todos estos siglos, generaciones de hombres y mujeres esperanzados miraron con sus ojos medio ciegos, contemplaron el sol y el cielo, contemplaron las estrellas y las sombras, sabiendo que había cosas invisibles más allá de aquellos muros pero sin imaginar en qué consistían.

  Luego, en una época de guerra y terror, cuando toda esperanza parecía perdida, tejedores de un mundo muy distante, que no eran dioses pero que sabían que los dioses y cada uno de los tejedores era en sí mismo una red con cientos de filamentos que se extendía hasta sus manos y pies, sus ojos y bocas y oídos, estos tejedores crearon una tela tan fuerte y grande y fina y extensa que pretendieron capturar a todos los seres humanos en esa red y retenerlos allí para devorarlos. Pero en cambio la red capturó a una deidad lejana, una deidad tan poderosa que ningún otro dios se había atrevido a conocer su nombre, una deidad tan rápida que ningún otro dios había podido ver su rostro; esta deidad estaba prendida en la red. Sin embargo era demasiado veloz para ser retenida en un lugar y devorada. Corría y danzaba arriba y abajo por los hilos, todos los hilos, cualquier hilo tendido de hombre a hombre, de hombre a estrella, de tejedor a tejedor, de luz a luz. Ella baila en los hilos. No puede escapar ni quiere, pues ahora todos los dioses la ven y todos los dioses saben su nombre, y ella sabe todas las cosas que son conocidas y oye todas las palabras que se pronuncian y lee todas las palabras que se escriben y sopla su aliento y manda a los hombres y mujeres más allá del alcance de la luz de cualquier estrella, y luego inspira y los hombres y mujeres vuelven, y a veces traen consigo nuevos hombres y mujeres que nunca vivieron antes; y como ella nunca se queda quieta en la red, los sopla a un lugar y luego los sorbe en otro, y así pueden cruzar los espacios entre las estrellas más rápido que la luz; por eso los mensajeros de esta deidad fueron sorbidos en casa del amigo de Grace Drinker, Aimaina Hikari, y luego soplados en esta isla, en esta costa, en este techo donde Malu puede ver la lengua roja de la deidad tocar la oreja de su elegido.

  Guardó silencio.

  -Nosotros la llamamos Jane -dijo Peter.

  Tradujo, y Malu respondió en el alto lenguaje.

  -Bajo este techo oigo un nombre muy corto y sin embargo antes se dijo que la diosa ha corrido mil veces de un extremo al otro del universo, tan rápidamente se mueve. Éste es el nombre con el que yo la llamo: deidad que se mueve rápidamente y para siempre de forma que nunca descansa en un lugar y sin embargo toca todos los lugares y está unida a todos los que miran hacia el sol y no hacia la tierra. Es un nombre largo, más largo que el nombre de ningún dios cuyo nombre conozca, y sin embargo no es ni la décima parte de su verdadero nombre, y aunque pudiera decir el nombre completo no sería tan largo como la longitud de los hilos de la tela de araña en la que baila.

  -Quieren matarla -dijo Wang-mu.

  -La deidad sólo morirá si quiere morir -dijo Malu-. Su casa son todas las casas, su tela toca todas las mentes. Sólo morirá si rehúsa encontrar y tomar un lugar donde descansar; pues, cuando la tela se rompa, no tiene por qué estar en el centro, abandonada a su suerte. Puede habitar en cualquier sitio. Yo le ofrezco esta pobre y vieja carcasa, que es lo bastante grande para contener mi pequeña sopa sin verterla ni derramarla, pero que ella llenaría con líquido ligero que desparramaría su bendición por estas islas y nunca se agotaría. Le suplico que utilice esta carcasa."

"Hijos de la mente." - Orson Scott Card.

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